Porque no era una ilusión, ya no se despertaba inquieta por las mañanas y sus pensamientos no estaban monopolizados por esa imagen cambiante y confusa que lograba hacerla vibrar. La impaciencia de los primeros tiempos, la incierta espera, las dudas de si aparecería a su cita diaria, la llave, el encuentro secreto, casi clandestino , la emoción y el abrazo a destiempo, los torpes tropiezos comunicativos propiciados por códigos diferentes que los lanzaban, como barcos a merced de las olas, a una deriva emocional,provocando un placer mucho más intenso en el siguiente encuentro.
Todo ello fue dando paso a un mundo de seguridades con una imagen cada vez más definida y limitada a sus verdaderos contornos. Un mundo bañado de sol de invierno en galerías orientadas al sur. Un mundo de encuentros pausados. Espaciados. Porque ya no importaba sorprender. Porque no era una ilusión.
Ahora, ella se despertaba por las mañanas con la añoranza de que algo importante le quedaba por pensar. Y revivía unos segundos, los segundos que tardaba en averiguarlo.
Y yo le paso el reto a alguien que he conocido hace poco y que escribe muy bien. A Inés Mara. Y puede empezar con la frase "Vientos del sur"
"VIENTOS DEL SUR"
Vientos del sur, vientos levante calurosos que se pegaban a su piel con la constancia de una pelea meditada y la brusquedad de un golpe de mar. Así los recordaba, así lo recordaba, con la presencia agobiante de las clases en la infancia, que no terminaban aunque nuestra mente se hubiera alejado de ellas mucho antes de que sonaran las sirenas liberadoras. Alli donde una puerta se abría, ninguna se cerraba. Pensaba en él, y más pensaba en él, y cada pensamiento era el eslabón de una cadena interminable que ella siempre había creído de cartón y que se revelaba como de un metal sólido.Recordó el colchón en el que hicieron el amor por primera vez, y la huella que su cuerpo dejó al volverse a medianoche, como si su peso llevase allí siglos y por fin el mito hubiese decidido dejar paso a un hombre real, como si de Atenas pasásemos a Nueva York en un segundo, como si desde una pintura rupestre hubiese saltado, con ese breve movimiento, hasta una fotografía digital. Así su recuerdo podía transformarlo todo, y demostrarle que seguía recordándole y que, aunque ella no quisiera, aunque la mayor parte de ella que se entendía a sí misma como "ella" no estuviese dispuesta a ceder ante ese ímpetu, cuando bajara del avión, en aquel aeropuerto del Sur, cuando terminara aquel vuelo procedente del norte gallego que se topaba de pronto con desierto y mar y sorpresa y luz sin intermitencias, cuando lo entreviera allí, esperándola tras las puertas automáticas, un momento sí y otro no, como los restos de un sueño, con su sonrisa otra vez en la boca, dispuesto a recuperarlo todo, cuando eso ocurriera, claro, ella estaría perdida, para siempre, y se postraría ante él, dispuesta al goce y la aventura otra vez viva.
Y yo le paso el reto a El fulgor. Y puede empezar con la frase "El avión perdido tras el muro de viento...."
"EL AVIÓN PERDIDO TRAS EL MURO DE VIENTO...."
El avión perdido tras el muro de viento tomó tierra en la ciudad sin nombre antes del amanecer. Había pasado más de la mitad de su vida ahorrando para comprar un billete en un vuelo cualquiera a ese lugar, con la fe y la serenidad de quien conoce con exactitud el saldo de sus dudas y certezas, con el arrojo de quien decide apostar irremisiblemente por la vida y pierde siempre y busca siempre motivos para jugarse de nuevo los cuartos sin más razón que el aire. Sabía que no había otro lugar en el mundo en el que pudiera entregarse con más ahínco a las calles y las plazas, a la contemplación de la discreta belleza urbana más como un recuerdo personal o una ilusión que como un mero goce estético. Por eso no importaba que nadie le aguardara en la ciudad, que la sombra de su soledad viajase de su mano una vez más. Al fin y al cabo, le aguardaba un territorio que conocía mejor que ningún otro los recovecos de su ser. Tan sólo allí, en aquella ciudad sin límites cuya ordenación del espacio urbano se debía únicamente al arquitecto de la memoria, podía suceder que el Tránsito de las Ballenas no acabara conduciéndote a la Plaza de la Soledad, sino a una plaza de Beirut, en la que se podría tomar un tranvía que sube hasta la Basílica del Sacre Coeur de París, desde cuya escalinata se mostraría franca y orgullosa, a lo lejos, la Torre Bab el Futuh de El Cairo. Tan sólo allí, en la ciudad sin nombre herida y centonizada, construída a base de retazos de su vida, podría comenzar de nuevo (una vez más).
Yo le paso el reto a Avellaneda. Puede empezar con la frase "Cansados de estar muertos, decidieron partir...".
"CANSADOS DE ESTAR MUERTOS, DECIDIERON PARTIR"
La insoportable levedad de hallarseCansados de estar muertos decidieron partir. Ambos habían decidido aquel encuentro, tomar aquel avión, esperarse, pero ahora permanecían en la misma ciudad que era todas las ciudades, sin verse.Ella arregló su disparatado cabello, todo su entorno parecía como un arco a punto de dispararse. Guardó la carta dentro de su bolso y la volvió a coger para leerla nuevamente. Se dio cuenta del cambio que experimentaba su propio rostro y se miró furtivamente en el espejo del Café.Él se recostó en la cama de aquel inhóspito motel, cerró los ojos y meditó un momento. Finalmente los abrió y leyó: “Existe algo en la estúpida mente humana que responde hermosamente a la idea de lo insólito, especialmente, a lo insólito de condiciones capaces de producir un fenómeno dado” .Y pensó en el hecho de que no se hubiesen encontrado, y le pareció injusto, aquello hubiera sido extraordinario. El aliento fresco que necesitaba para empezar de nuevo, desde algún punto.Mientras caminaba por aquellas callejas sentía que estaba en “algún lugar”, cansada. Pensaba que había regresado de la nada atravesando amplias regiones, y era cierto. En ese momento tropezó con aquella librería de viejo, y decidió entrar como quien se juega su última moneda al black jack.Miraba el lomo de aquellos libros, centrado en la certeza de la infinita tristeza que le invadía. Más que molestarle, aquel sentimiento le arropaba como algo vagamente familiar. Un chasquido en el suelo de la vetusta madera de la tienda y todo se convirtió en verla. Al instante se quitó la gorra con que se hallaba cubierto, y se adelantó con una de esas miradas que equivalen a una pregunta.
Yo le paso el reto a manuel h. Puede empezar con la frase "Creo que los dos tuvieron miedo de lo mismo..."
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